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Disquisición sobre el Desconocimiento
Como raza humana, hemos sido tan atrevidos que
explicamos lo que desconocemos. Recurrimos a la mitología y a la religión. Por
su medio explicamos lo inexplicable.
El desconocimiento es una fuerza transformadora. Lo desconocido
ha sido para la raza humana una poderosa fuerza para canalizar energías
físicas, emocionales y mentales.
La humildad ante lo desconocido y para reconocer nuestra ignorancia no es un acto
puramente ético, un comportamiento meritorio, es un acto de sumisión realista. Es el reconocimiento real de nuestras limitaciones para conocer las cosas. Ignoramos una cosa cuando no conocemos qué es,
dónde, cuándo, cómo, por qué y para qué está. Y aún cuando conocemos
parcialmente estos elementos de las cosas, siempre habrá cuestiones de ellas,
que no conocemos. Lo desconocido es pues permanente.
Sin embargo hemos reducido a lo largo de un proceso
histórico el ámbito de nuestro desconocimiento. Incluso nos asombramos del universo que desconocemos cuando lo tenemos ante nuestros ojos aumentados por los telescopios estelares y lo podemos también escuchar y hasta olfatear. Y es sorprendente que descubramos en nuestro pequeño mundo cosas que se presentan en lo que desconocemos. así nos pasó con la teoría de la gravitación. Lo
que aquí nos pasa, pasa también en lo desconocido.
Nunca terminaremos de conocer y por lo tanto, de desconocer. En la dualidad del conocimiento y
el desconocimiento, siempre vamos conociendo más y desconociendo más. Es decir
que nuestros avances son siempre relativos, pero son avances, con el privilegio como raza humana de que nuestra principal cualidad es el conocimiento y el
desconocimiento racionalizado, no instintivo, de las cosas.
(II)
Evaristo Hernández
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